DOÑA MARIA OROSA

Opinión:

Profe de Ciencias Naturales. Más bien seria, aunque muy serena y agradable, nos enseñó toda la flora y la fauna de la Cormarca. Venía andando desde Ribadavia, donde vivía.

 

Pésame:

"Sintóo moito. Nun puiden asistir o entierro por que estiven estes dias de viaxe.  

María Orosa en sus primeros años de profesora. Está en medio da la fotografía.

                 Cuando le tocaba hablar cara cara lo hacía con un timbre de voz bajo y sereno. Era costumbre en ella también llamar a la persona por su apellido. Le daba un toque de distancia, elegante, y a la vez de cercanía. De aquella mujer educada y con gafas de vista cansada aprendimos a buscar en el campo tréboles de cuatro hojas y a entender mejor algunos de los secretos de los caracoles o del canto de las ballenas lejanas. María Orosa nos abrió al mundo de la biología desconocida mucho antes de que Cousteau y Rodríguez de la Fuente lo hicieran desde la televisión. Y lo hizo, para nuestro bien, desde un aula de Ribadavia, desde cuya ventana contemplábamos por los cristales un río caudaloso y limpio que unos memos indocumentados y avariciosos se encargaron de extinguir. No sé qué diría hoy del estropicio aquella mujer sabia y avanzada para la época. Pasado el tiempo, la visité en su piso del pueblo, situado en un edifico de corte neoclásico que albergaba en sus bajos un banco ya desaparecido, la Banca Nogueira. Allí, en una salita con mesa camilla, le pedí consejo para crear un grupo ecologista. La idea le fascinó. Y aunque la enfermedad la tenía medio recluida, ella se brindó a ayudar. Al poco tiempo, y con la ayuda también de una buena amiga, Chus Janeiro, nació el primer grupo ecologista del Ribeiro, cuyas pegatinas aún conservo. Luego me enteré que el mal que padecía amenazaba con privarnos de su presencia. Supe, igualmente, que se había mudado de vivienda a un chalé levantado a orillas de la antigua carretera que llevaba a Vigo. Que mataba la vejez y el cansancio del mal mirando al ancho Miño desde su terraza. Acompañada de los recuerdos. Como una diosa.

María Orosa, a la derecha de la fotografía, años después.

      Como teño a mala costume de ler os periódicos á tarde, acabo de enterarme do pasamento da profesora Dª Antonia Orosa. Sinto de verdade a súa perda. Deume clase por primeira vez no curso 1966-67 de “Ciencias de la Naturaleza”. Pero eu lembro, sobre todo, o nome da asignatura que nos impartía en segundo, un nome que asustaba a calquera:“Organografía animal y vegetal”. Teño agora o libro diante de min e busco unha anotación do meu puño e letra. Sobre o debuxo dun peixe hai unha: 1) Peces oseos o teleósteos; 2) Peces cartilaginosos o elasmobranquios….??? Desde logo, a cantidade de cousas tiñamos que saber ós 11 anos! Mañá preguntareille a algún profesor de bioloxía por eses elasmobranquios.

        Si, lémbroa coma unha gran profesora, amante da súa disciplina, clara nas explicacións e seria. Pero tamén conservo a súa imaxe ríndose de boa gana, cando a ocasión o merecía. Creo que, do noso curso, tiña certa debilidade por Jesús Chao, de Osebe. Coido que era porque lle gustaba pronunciar ese apelido, aparte de que o Chao fose un rapaz moi alegre, simpático e intelixente. Tamén foi a primeira profesora que nos levou ó laboratorio, situado baixo a vivenda do señor Prieto; e un nunca esquece aquel esqueleto, nin a cobra que habitaba nun frasco de formol, nin a primeira vez que descubriu algo parecido a unha célula estudando a epidermis dunha cebola cun microscopio.

Vexo que superou o 9 na súa nota final. Unha calificación que nos gustaría conseguir a todos. Remato, entón, cun saúdo para o seu sobriño, por se nos escoita, compañeiro meu en Ribadavia, Miranda e Vitoria. O seu 2 CV vermello, matrícula de Bilbao, propiedade compartida con Alfonso Casanovas, logo o seu GS, co que botabamos carreiras ó TER entre Miranda e Vitoria, e, sobre todo, a súa risa contaxiosa cando lía os tebeos do “botones sacarino” no piso que eu compartía con José Cortizo (o Picho) en Vitoria, forman parte das lembranzas máis agradables. Unha aperta moi forte a todos.
 

Me cuenta Tomás Cibeira, alumno en aquellos años del Item Ribadavia,   la siguiente anécdota de esta gran profesora:

Vaya por delante la admiración y el cariño que Tomás le tenía a la profesora Sra. Orosa que en paz descanse.

Su asignatura no era muy fácil y desde luego requería muchísimos datos que a veces había que cumplimentar, para los exámenes, con chuletas o bien directamente con el libro de texto.

La profesora en algunos de los exámenes llegó a sospechar de Tomás que seguramente le copiaba; debía ser tanta la perfección de lo copiado que no me extraña que sospechara. El caso es que para evitarlo en uno de sus exámenes mando sentar a Tomás en la mesa del profesor para así poder controlarlo especialmente...

.-Sr. Cibeira siéntese en mi mesa

Tomás obedeció rápidamente y aparte del papel y el bolígrafo para realizar el examen metió el libro por dentro de la chaqueta, para que no se viera,  y debajo del brazo.

Cuando estaba a punto de sentarse, todavía de pie y caminando de espaldas a la profesora, escucha como Dª María A. Orosa le dices con una voz especial:

.-Sr. Cibeira a volar...extienda los brazos y vuele...

Lo demás os lo podeis imaginar. El bueno de Tomás Cibeira voló aquel día como nunca lo pensó...

De todas formas Tomás acabó aprobando la materia.